viernes, 15 de octubre de 2010

Jesús y los ricos

Jesús, al invitar a renunciar a las riquezas, ¿apunta hacia la carencia, incita a ingresar en el vacío y la nada?

Sólo quien se ha despojado de riquezas, de ambiciones, de poderes, de falsas ilusiones, de odios y revanchas, podrá entender mejor las riquezas del cielo.

Jesús no viene a empobrecer al hombre, pero sí a sustituir una riqueza pasajera por la gran riqueza de Dios.

Todos los bienes materiales son regalos de Dios, nuestro Padre. Debemos usarlos en tanto cuanto nos lleven a Él, con rectitud, moderación, desprendimiento interior.

Al mismo tiempo, son medios para llevar una vida digna y para ayudar a los más necesitados. Lo que Jesús recrimina es el apego a las riquezas, y el convertirlas en fin en sí mismas.

Hay expresiones de Jesús en los Evangelios bastante desconcertantes sobre las riquezas y sobre los ricos: "Hijos, cuán difícil es entrar en el Reino de Dios para los que confían en las riquezas. Más fácil es que pase un camello por ojo de una aguja, que un rico entre en el reino de Dios" (Mc 10, 24

jueves, 14 de octubre de 2010

Jesús de Nazaret (II)

Vida pública

Acompañado por sus seguidores, Jesús recorrió las regiones de Galilea y Judea predicando el evangelio y realizando numerosos milagros. El orden de los hechos y dichos de Jesús varía según los diferentes relatos evangélicos. Tampoco se indica cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús, aunque el Evangelio de Juan menciona que Jesús celebró la fiesta anual de la Pascua judía (Pésaj) en Jerusalén en tres ocasiones. Los sinópticos se refieren solo a una fiesta de Pascua, durante la cual Jesús fue crucificado.

Gran parte de los hechos de la vida pública de Jesús narrados en los evangelios tienen como escenario la zona septentrional de Galilea, en las cercanías del mar de Tiberíades, o lago de Genesaret, especialmente la ciudad de Cafarnaúm, pero también otras, como Corozaín o Betsaida. También visitó, en el sur de la región, localidades como Caná o Naín, y la aldea en la que se había criado, Nazaret, donde fue recibido con hostilidad por sus antiguos convecinos. Su predicación se extendió también a Judea (según el Evangelio de Juan, visitó Jerusalén en tres ocasiones desde el comienzo de su vida pública), y estuvo en Jericó y Betania (donde resucitó a Lázaro).

Escogió a sus principales seguidores (llamados en los evangelios Apóstoles; en griego, «enviados»), en número de doce, de entre el pueblo de Galilea. En los sinópticos se menciona la lista siguiente: Simón, llamado Pedro y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el celoso y Judas Iscariote, el que posteriormente traicionaría a Jesús (Mt 10,2-4; Mc 3,16-19; Lc 6, 13-16).[21] Algunos de ellos eran pescadores, como las dos parejas de hermanos formadas respectivamente por Pedro y Andrés, y Juan y Santiago.[22] Mateo se identifica generalmente con Leví el de Alfeo, un publicano de quien en los tres sinópticos se relata brevemente cómo fue llamado por Jesús (Mt 9,9; Mc 2,14; Lc 5,27-28).[23] lo que acarreó a Jesús numerosos reproches de los fariseos.

El Evangelio de Juan sólo menciona los nombres de nueve de los apóstoles, aunque en varios pasajes hace referencia a que eran doce.[24]

Predicó tanto en sinagogas como al aire libre, y las muchedumbres se congregaban para escuchar sus palabras. Entre sus discursos, destaca el llamado Sermón de la Montaña, en el Evangelio de Mateo (Mt 5-7). Utilizó a menudo parábolas para explicar a sus seguidores el Reino de Dios. Las parábolas de Jesús son breves relatos cuyo contenido es enigmático (a menudo han de ser después explicadas por Jesús). Tienen en general un contenido escatológico y aparecen exclusivamente en los evangelios sinópticos. Entre las más conocidas están la parábola del sembrador (Mt 13,3-9; Mc 4,3-9; Lc 8,5-8), cuyo significado explica Jesús a continuación; la de la semilla que crece (Mc 4,26-29); la del grano de mostaza (Mt 13,31-32; Mc 4,30-32), la de la cizaña (Mt 13,24-30), la de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7), la del siervo despiadado (Mt 18, 23-35), la de los obreros enviados a la viña (Mt 20,1-16), la de los dos hijos (Mt 21,28-32), la de los viñadores homicidas (Mt 21,33-42; Mc 12,1-11; Lc 20,9-18); la de los invitados a la boda (Mt 22, 1-14), la de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), la de los talentos (Mt 25,14-30; Lc 19,12-27). Dos de las más conocidas aparecen solo en el Evangelio de Lucas: se trata de las parábolas del samaritano (Lc 10,30-37) y del hijo pródigo (Lc 15,11-32). En las parábolas, utiliza Jesús frecuentemente imágenes relacionadas con la vida campesina.

Mantuvo controversias con miembros de algunas de las más importantes sectas religiosas del judaísmo, y muy especialmente con los fariseos, a quienes acusó de hipocresía y de no cuidar lo más importante de la Torá: la justicia, la compasión y la lealtad (Mt 12, 38-40; Lc 20, 45-47)

La originalidad de su mensaje radicaba en la insistencia en el amor al enemigo (Mt 5,38-48;Lc 6, 27-36) así como en su relación estrechísima con Dios a quien llamaba en arameo con la expresión familiar Abba (Padre) que ni Marcos (Mc 14,36) ni Pablo (Rm 8, 15; Gal 4, 6) traducen. Se trata de un Dios cercano que busca a los marginados, a los oprimidos (Lc 4, 18) y a los pecadores (Lc 15) para ofrecerles su misericordia. La oración del Padre nuestro (Mt 6,9-13: Lc 11,1-4), que recomendó utilizar a sus seguidores, es clara expresión de esta relación de cercanía con Dios antes mencionada.

Milagros

Según los evangelios, durante su ministerio Jesús realizó varios milagros. En total, en los cuatro evangelios canónicos se narran 27 milagros, de los cuales 14 son curaciones de distintas enfermedades, cinco exorcismos, tres resurrecciones, dos prodigios de tipo natural y tres signos extraordinarios.

* Los evangelios narran las siguientes curaciones milagrosas obradas por Jesús:

1. Sanó la fiebre de la suegra de Pedro, en su casa en Cafarnaúm, tomándola de la mano (Mc 1,29-31; Mt 5,14-15; Lc 4,38-39);
2. Sanó a un leproso galileo mediante la palabra y el contacto de su mano (Mc 1,40-45; Mt 8,1-4; Lc 5,12-16);
3. Sanó a un paralítico en Cafarnaúm que le fue presentado en una camilla y al que había perdonado sus pecados, ordenándole que se levantara y se fuera a su casa (Mc 2, 1-12; Mt 9,1-8; Lc 5,17-26);
4. Sanó a un hombre con la mano seca en sábado en una sinagoga, mediante la palabra (Mc 3,1-6; Mt 12,9-14;Lc 6,6-11);
5. Sanó a una mujer que padecía flujo de sangre, que sanó al tocar el vestido de Jesús (Mc 5,25-34; Mt 9,18-26; Lc 8,40-56);
6. Sanó a un sordomudo en la Decápolis metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: "Effatá", que significa "ábrete" (Mc 7,31-37);
7. Sanó a un ciego en Betsaida poniéndole saliva en los ojos e imponiéndole las manos (Mc 8,22-26);
8. Sanó a Bartimeo, el ciego de Jericó (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52;Lc 18,35-45);
9. Sanó a distancia al criado del centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13, Lc 7,1-10, Jn 4,43-54; Jn 4,43-54);[25]
10. Sanó a una mujer que estaba encorvada y no podía enderezarse, mediante la palabra y la imposición de manos (Lc 13,10-17). Esta curación tuvo lugar también en sábado y en una sinagoga;
11. Sanó a un hidrópico en sábado, en casa de uno de los principales fariseos (Lc 14, 1-6).
12. Sanó a diez leprosos, que encontró de camino a Jerusalén, mediante la palabra (Lc 17,11-19).
13. Sanó a un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo, en Jerusalén, en sábado (Jn 5,1-9).
14. Sanó a un ciego de nacimiento untándolo con lodo y saliva, tras lo cual le ordenó lavarse en la piscina de Siloé (Jn 9,1-12).

* En los evangelios canónicos aparecen cinco relatos de expulsiones de espíritus impuros (exorcismos) realizados por Jesús:

1. Expulsó a un demonio en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 1,21-28; Lc 4,31-37);
2. a otro en la región de Gerasa (Mt 8,28-34; Mc 5,1-21; Lc 8,26-39);
3. a otro que poseía a la hija de una mujer sirofenicia (Mt 15,21-28;Mc 7,24-30);
4. a otro que atormentaba a un epiléptico (Mt 17,24-20; Mc 9,14-27; Lc 9,37-43);
5. a un "demonio mudo" (Lc 11,14; Mt12,22).

Además, hay varios pasajes que hacen referencia de modo genérico a exorcismos de Jesús (Mc 1,32-34;Mc 3,10-12).

* Según los evangelios, Jesús obró tres resurrecciones:

1. Resucitó una niña de doce años, la hija de Jairo (Mc 5,21-24, Mt 9,18-26, Lc 8,40-56). Jesús afirmó que la niña no estaba muerta, sino solo dormida (Mt 9,24;Mc 5,39;Lc 8,52).
2. al hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-17).
3. a Lázaro (Jn 11,1-44).

* Jesús obró también, según los evangelios, dos prodigios de tipo natural, en los que se pone de manifiesto la obediencia de las fuerzas naturales (el mar y el viento) a su autoridad.

1. Jesús ordena a la tempestad que se calme y ésta obedece (Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25).
2. Jesús camina sobre las aguas (Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Jn 6,16-21).

* Tres signos extraordinarios, que tienen un sentido acusadamente simbólico:

1. Multiplicación de los panes y los peces. Es el único de todos los milagros de Jesús que es registrado por todos los evangelios (Mc 6,32-44; Mt14,13-21; Lc 9,10-17; Jn 6,1-13). Ocurre en dos ocasiones según los evangelios de Marcos (Mc 8,1-10) y Mateo (Mt 15,32-39);
2. la pesca milagrosa (Lc 5,1-11; Jn 21,1-19);
3. la conversión del agua en vino en las bodas de Caná (Jn 2,1-11).

Los suspicaces atribuyeron a su connivencia con Belcebú este poder de expulsar a los demonios. Jesús se defendió enérgicamente de estas acusaciones. Según los relatos evangélicos, Jesús no solo tenía el poder de expulsar demonios, sino que transmitió ese poder a sus seguidores. Incluso se menciona el caso de un hombre que, sin ser seguidor de Jesús, expulsaba con éxito demonios en su nombre.

Transfiguración

Los evangelios sinópticos relatan que Jesús subió a un monte a orar con algunos de los apóstoles, y mientras oraba se transformó el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Aparecieron junto a él Moisés y Elías. Los apóstoles dormían mientras tanto, pero al despertar vieron a Jesús junto a Moisés y Elías. Pedro sugirió que hicieran tres tiendas: para Jesús, Moisés y Elías. Entonces apareció una nube y se oyó una voz celestial, que dijo: "Éste es mi Hijo elegido, escuchadle". Los discípulos no contaron lo que habían visto.

Pasión

Según los cuatro evangelios, Jesús fue con sus seguidores a Jerusalén para celebrar allí la fiesta de Pascua. Entró a lomos de un asno, para que se cumplieran las palabras del profeta Zacarías (Zc 9:9: "He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga". Fue recibido por una multitud, que lo aclamó como "hijo de David" (según el Evangelio de Lucas, fue aclamado solo por sus discípulos).[30] En los evangelios de Lucas y de Juan, Jesús es aclamado como rey.

Según los evangelios sinópticos, a continuación fue al Templo de Jerusalén, y expulsó de allí a los cambistas y a los vendedores de animales para los sacrificios rituales[31] (el Evangelio de Juan, en cambio, sitúa este episodio al comienzo de la vida pública de Jesús, y lo relaciona con una profecía sobre la destrucción del Templo). Vaticinó la destrucción del Templo y otros acontecimientos futuros.

Jesús de Nazaret (I)

Jesús de Nazaret, llamado también Cristo o Jesucristo, es la figura central del cristianismo. Para la mayoría de las confesiones cristianas, es el hijo y la encarnación de Dios, que redimió con su muerte al género humano y resucitó al tercer día. En el Islam, donde es conocido por el nombre de Isa, lo consideran también como uno de sus profetas más importantes. Es uno de los personajes que han ejercido una mayor influencia en la cultura occidental.

Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su figura,[1] Jesús de Nazaret fue un predicador judío que nació entre el 7 y el 2 a. C., vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea (en los actuales Israel y los territorios palestinos ocupados) y fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30.

Lo que se conoce de Jesús depende casi absolutamente de la tradición cristiana, especialmente de la utilizada para la composición de los evangelios sinópticos, redactados, según opinión mayoritaria, unos 30 ó 40 años, como mínimo, después de su muerte. La mayoría de los estudiosos considera que mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes discrepancias entre los investigadores en cuanto a los métodos de análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse. Existe una minoría que niega la existencia histórica de Jesús de Nazaret.

Nacimiento e infancia

Los relatos referentes al nacimiento e infancia de Jesús proceden exclusivamente de los evangelios de Mateo (Mt 1,18-2,23) y de Lucas (Lc 1,5-2,52), si bien presentan diferencias entre sí.[3] No hay relatos de este tipo en los evangelios de Marcos y Juan.

* Según Mateo, María y su esposo, José, viven (según parece, pues no se relata ningún viaje) en Belén. María queda inesperadamente embarazada y José resuelve repudiarla, pero un ángel le anuncia en sueños que el embarazo de María es obra del Espíritu Santo y profetiza, con palabras del profeta Isaías (Is 7,14),[4] que su hijo será el Mesías que esperan los judíos (Mt 1,19-21).[5] Unos magos de Oriente llegan a Jerusalén preguntando por el "rey de los judíos que acaba de nacer" con la intención de adorarlo, lo que alerta al rey de Judea, Herodes el Grande, que decide acabar con el posible rival. Los magos, guiados por una estrella, llegan a Belén y adoran al niño. De nuevo, el ángel visita a José (Mt 2,13)[6] y le advierte de la inminente persecución de Herodes, por lo que la familia huye a Egipto y permanece allí hasta la muerte del monarca (que es notificada a José por el ángel, que se le presenta por tercera vez: Mt 2,19-29).[7]

* En el evangelio de Lucas, María y José viven en la ciudad galilea de Nazaret. La historia de la concepción de Jesús se entrelaza aquí con la de Juan el Bautista —ya que en este evangelio María e Isabel, madre del Bautista, son parientes— y el nacimiento de Jesús es notificado a María por el ángel Gabriel (lo que se conoce como Anunciación: Lc 1,26-38).[8] El emperador Augusto ordena un censo en el cual cada uno debe empadronarse en su lugar de nacimiento y José debe viajar a Belén, por ser originario de este lugar. Jesús nace en Belén mientras se encuentran de viaje y es adorado por pastores. Lucas añade además breves relatos sobre la circuncisión de Jesús, sobre su presentación en el Templo y una anécdota que le ocurrió en un viaje a Jerusalén con motivo de la Pascua, cuando contaba doce años.[9]

En los evangelios de Mateo y de Lucas aparecen sendas genealogías de Jesús (Mt 1, 2-16; Lc 3, 23-38).[10] La de Mateo se remonta al patriarca Abraham, y la de Lucas a Adán, el primer hombre según el Génesis. Estas dos genealogías son idénticas entre Abrahán y David, pero difieren a partir de este último, ya que la de Mateo hace a Jesús descendiente de Salomón, mientras que, según Lucas, su linaje procedería de Natam, otro de los hijos de David. En ambos casos, lo que se muestra es la ascendencia de José, a pesar de que, según los relatos de la infancia, éste solo habría sido el padre putativo de Jesús.

Bautismo y tentaciones
La llegada de Jesús fue profetizada por Juan el Bautista (su primo según el Evangelio de Lucas), por quien Jesús fue bautizado en el río Jordán.Durante el bautismo, el Espíritu de Dios, en forma de paloma, descendió sobre Jesús, y se escuchó la voz de Dios.

Según los sinópticos, el Espíritu condujo a Jesús al desierto, donde ayunó durante cuarenta días y superó las tentaciones a las que fue sometido por el Demonio. No se menciona este episodio en el Evangelio de Juan. Después Jesús marchó a Galilea, se estableció en Cafarnaún, y comenzó a predicar la llegada del Reino de Dios.

Jesús de Nazaret

Jesús de Nazaret, llamado también Cristo o Jesucristo, es la figura central del cristianismo. Para la mayoría de las confesiones cristianas, es el hijo y la encarnación de Dios, que redimió con su muerte al género humano y resucitó al tercer día. En el Islam, donde es conocido por el nombre de Isa, lo consideran también como uno de sus profetas más importantes. Es uno de los personajes que han ejercido una mayor influencia en la cultura occidental.

Según la opinión mayoritariamente aceptada en medios académicos, basada en una lectura crítica de los textos sobre su figura,[1] Jesús de Nazaret fue un predicador judío que nació entre el 7 y el 2 a. C., vivió a comienzos del siglo I en las regiones de Galilea y Judea (en los actuales Israel y los territorios palestinos ocupados) y fue crucificado en Jerusalén en torno al año 30.

Lo que se conoce de Jesús depende casi absolutamente de la tradición cristiana, especialmente de la utilizada para la composición de los evangelios sinópticos, redactados, según opinión mayoritaria, unos 30 ó 40 años, como mínimo, después de su muerte. La mayoría de los estudiosos considera que mediante el estudio de los evangelios es posible reconstruir tradiciones que se remontan a contemporáneos de Jesús, aunque existen grandes discrepancias entre los investigadores en cuanto a los métodos de análisis de los textos y las conclusiones que de ellos pueden extraerse. Existe una minoría que niega la existencia histórica de Jesús de Nazaret.

Nacimiento e infancia

Los relatos referentes al nacimiento e infancia de Jesús proceden exclusivamente de los evangelios de Mateo (Mt 1,18-2,23) y de Lucas (Lc 1,5-2,52), si bien presentan diferencias entre sí.[3] No hay relatos de este tipo en los evangelios de Marcos y Juan.

* Según Mateo, María y su esposo, José, viven (según parece, pues no se relata ningún viaje) en Belén. María queda inesperadamente embarazada y José resuelve repudiarla, pero un ángel le anuncia en sueños que el embarazo de María es obra del Espíritu Santo y profetiza, con palabras del profeta Isaías (Is 7,14),[4] que su hijo será el Mesías que esperan los judíos (Mt 1,19-21).[5] Unos magos de Oriente llegan a Jerusalén preguntando por el "rey de los judíos que acaba de nacer" con la intención de adorarlo, lo que alerta al rey de Judea, Herodes el Grande, que decide acabar con el posible rival. Los magos, guiados por una estrella, llegan a Belén y adoran al niño. De nuevo, el ángel visita a José (Mt 2,13)[6] y le advierte de la inminente persecución de Herodes, por lo que la familia huye a Egipto y permanece allí hasta la muerte del monarca (que es notificada a José por el ángel, que se le presenta por tercera vez: Mt 2,19-29).[7]

* En el evangelio de Lucas, María y José viven en la ciudad galilea de Nazaret. La historia de la concepción de Jesús se entrelaza aquí con la de Juan el Bautista —ya que en este evangelio María e Isabel, madre del Bautista, son parientes— y el nacimiento de Jesús es notificado a María por el ángel Gabriel (lo que se conoce como Anunciación: Lc 1,26-38).[8] El emperador Augusto ordena un censo en el cual cada uno debe empadronarse en su lugar de nacimiento y José debe viajar a Belén, por ser originario de este lugar. Jesús nace en Belén mientras se encuentran de viaje y es adorado por pastores. Lucas añade además breves relatos sobre la circuncisión de Jesús, sobre su presentación en el Templo y una anécdota que le ocurrió en un viaje a Jerusalén con motivo de la Pascua, cuando contaba doce años.[9]

En los evangelios de Mateo y de Lucas aparecen sendas genealogías de Jesús (Mt 1, 2-16; Lc 3, 23-38).[10] La de Mateo se remonta al patriarca Abraham, y la de Lucas a Adán, el primer hombre según el Génesis. Estas dos genealogías son idénticas entre Abrahán y David, pero difieren a partir de este último, ya que la de Mateo hace a Jesús descendiente de Salomón, mientras que, según Lucas, su linaje procedería de Natam, otro de los hijos de David. En ambos casos, lo que se muestra es la ascendencia de José, a pesar de que, según los relatos de la infancia, éste solo habría sido el padre putativo de Jesús.

Bautismo y tentaciones

La llegada de Jesús fue profetizada por Juan el Bautista (su primo según el Evangelio de Lucas), por quien Jesús fue bautizado en el río Jordán.Durante el bautismo, el Espíritu de Dios, en forma de paloma, descendió sobre Jesús, y se escuchó la voz de Dios.

Según los sinópticos, el Espíritu condujo a Jesús al desierto, donde ayunó durante cuarenta días y superó las tentaciones a las que fue sometido por el Demonio. No se menciona este episodio en el Evangelio de Juan. Después Jesús marchó a Galilea, se estableció en Cafarnaún, y comenzó a predicar la llegada del Reino de Dios.

Vida pública

Acompañado por sus seguidores, Jesús recorrió las regiones de Galilea y Judea predicando el evangelio y realizando numerosos milagros. El orden de los hechos y dichos de Jesús varía según los diferentes relatos evangélicos. Tampoco se indica cuánto tiempo duró la vida pública de Jesús, aunque el Evangelio de Juan menciona que Jesús celebró la fiesta anual de la Pascua judía (Pésaj) en Jerusalén en tres ocasiones. Los sinópticos se refieren solo a una fiesta de Pascua, durante la cual Jesús fue crucificado.

Gran parte de los hechos de la vida pública de Jesús narrados en los evangelios tienen como escenario la zona septentrional de Galilea, en las cercanías del mar de Tiberíades, o lago de Genesaret, especialmente la ciudad de Cafarnaúm, pero también otras, como Corozaín o Betsaida. También visitó, en el sur de la región, localidades como Caná o Naín, y la aldea en la que se había criado, Nazaret, donde fue recibido con hostilidad por sus antiguos convecinos. Su predicación se extendió también a Judea (según el Evangelio de Juan, visitó Jerusalén en tres ocasiones desde el comienzo de su vida pública), y estuvo en Jericó y Betania (donde resucitó a Lázaro).

Escogió a sus principales seguidores (llamados en los evangelios Apóstoles; en griego, «enviados»), en número de doce, de entre el pueblo de Galilea. En los sinópticos se menciona la lista siguiente: Simón, llamado Pedro y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el celoso y Judas Iscariote, el que posteriormente traicionaría a Jesús (Mt 10,2-4; Mc 3,16-19; Lc 6, 13-16).[21] Algunos de ellos eran pescadores, como las dos parejas de hermanos formadas respectivamente por Pedro y Andrés, y Juan y Santiago.[22] Mateo se identifica generalmente con Leví el de Alfeo, un publicano de quien en los tres sinópticos se relata brevemente cómo fue llamado por Jesús (Mt 9,9; Mc 2,14; Lc 5,27-28).[23] lo que acarreó a Jesús numerosos reproches de los fariseos.

El Evangelio de Juan sólo menciona los nombres de nueve de los apóstoles, aunque en varios pasajes hace referencia a que eran doce.[24]

Predicó tanto en sinagogas como al aire libre, y las muchedumbres se congregaban para escuchar sus palabras. Entre sus discursos, destaca el llamado Sermón de la Montaña, en el Evangelio de Mateo (Mt 5-7). Utilizó a menudo parábolas para explicar a sus seguidores el Reino de Dios. Las parábolas de Jesús son breves relatos cuyo contenido es enigmático (a menudo han de ser después explicadas por Jesús). Tienen en general un contenido escatológico y aparecen exclusivamente en los evangelios sinópticos. Entre las más conocidas están la parábola del sembrador (Mt 13,3-9; Mc 4,3-9; Lc 8,5-8), cuyo significado explica Jesús a continuación; la de la semilla que crece (Mc 4,26-29); la del grano de mostaza (Mt 13,31-32; Mc 4,30-32), la de la cizaña (Mt 13,24-30), la de la oveja perdida (Mt 18,12-14; Lc 15,3-7), la del siervo despiadado (Mt 18, 23-35), la de los obreros enviados a la viña (Mt 20,1-16), la de los dos hijos (Mt 21,28-32), la de los viñadores homicidas (Mt 21,33-42; Mc 12,1-11; Lc 20,9-18); la de los invitados a la boda (Mt 22, 1-14), la de las diez vírgenes (Mt 25,1-13), la de los talentos (Mt 25,14-30; Lc 19,12-27). Dos de las más conocidas aparecen solo en el Evangelio de Lucas: se trata de las parábolas del samaritano (Lc 10,30-37) y del hijo pródigo (Lc 15,11-32). En las parábolas, utiliza Jesús frecuentemente imágenes relacionadas con la vida campesina.

Mantuvo controversias con miembros de algunas de las más importantes sectas religiosas del judaísmo, y muy especialmente con los fariseos, a quienes acusó de hipocresía y de no cuidar lo más importante de la Torá: la justicia, la compasión y la lealtad (Mt 12, 38-40; Lc 20, 45-47)

La originalidad de su mensaje radicaba en la insistencia en el amor al enemigo (Mt 5,38-48;Lc 6, 27-36) así como en su relación estrechísima con Dios a quien llamaba en arameo con la expresión familiar Abba (Padre) que ni Marcos (Mc 14,36) ni Pablo (Rm 8, 15; Gal 4, 6) traducen. Se trata de un Dios cercano que busca a los marginados, a los oprimidos (Lc 4, 18) y a los pecadores (Lc 15) para ofrecerles su misericordia. La oración del Padre nuestro (Mt 6,9-13: Lc 11,1-4), que recomendó utilizar a sus seguidores, es clara expresión de esta relación de cercanía con Dios antes mencionada.

Milagros

Según los evangelios, durante su ministerio Jesús realizó varios milagros. En total, en los cuatro evangelios canónicos se narran 27 milagros, de los cuales 14 son curaciones de distintas enfermedades, cinco exorcismos, tres resurrecciones, dos prodigios de tipo natural y tres signos extraordinarios.

* Los evangelios narran las siguientes curaciones milagrosas obradas por Jesús:

1. Sanó la fiebre de la suegra de Pedro, en su casa en Cafarnaúm, tomándola de la mano (Mc 1,29-31; Mt 5,14-15; Lc 4,38-39);
2. Sanó a un leproso galileo mediante la palabra y el contacto de su mano (Mc 1,40-45; Mt 8,1-4; Lc 5,12-16);
3. Sanó a un paralítico en Cafarnaúm que le fue presentado en una camilla y al que había perdonado sus pecados, ordenándole que se levantara y se fuera a su casa (Mc 2, 1-12; Mt 9,1-8; Lc 5,17-26);
4. Sanó a un hombre con la mano seca en sábado en una sinagoga, mediante la palabra (Mc 3,1-6; Mt 12,9-14;Lc 6,6-11);
5. Sanó a una mujer que padecía flujo de sangre, que sanó al tocar el vestido de Jesús (Mc 5,25-34; Mt 9,18-26; Lc 8,40-56);
6. Sanó a un sordomudo en la Decápolis metiéndole los dedos en los oídos, escupiendo, tocándole la lengua y diciendo: "Effatá", que significa "ábrete" (Mc 7,31-37);
7. Sanó a un ciego en Betsaida poniéndole saliva en los ojos e imponiéndole las manos (Mc 8,22-26);
8. Sanó a Bartimeo, el ciego de Jericó (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52;Lc 18,35-45);
9. Sanó a distancia al criado del centurión de Cafarnaúm (Mt 8,5-13, Lc 7,1-10, Jn 4,43-54; Jn 4,43-54);[25]
10. Sanó a una mujer que estaba encorvada y no podía enderezarse, mediante la palabra y la imposición de manos (Lc 13,10-17). Esta curación tuvo lugar también en sábado y en una sinagoga;
11. Sanó a un hidrópico en sábado, en casa de uno de los principales fariseos (Lc 14, 1-6).
12. Sanó a diez leprosos, que encontró de camino a Jerusalén, mediante la palabra (Lc 17,11-19).
13. Sanó a un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo, en Jerusalén, en sábado (Jn 5,1-9).
14. Sanó a un ciego de nacimiento untándolo con lodo y saliva, tras lo cual le ordenó lavarse en la piscina de Siloé (Jn 9,1-12).

* En los evangelios canónicos aparecen cinco relatos de expulsiones de espíritus impuros (exorcismos) realizados por Jesús:

1. Expulsó a un demonio en la sinagoga de Cafarnaúm (Mc 1,21-28; Lc 4,31-37);
2. a otro en la región de Gerasa (Mt 8,28-34; Mc 5,1-21; Lc 8,26-39);
3. a otro que poseía a la hija de una mujer sirofenicia (Mt 15,21-28;Mc 7,24-30);
4. a otro que atormentaba a un epiléptico (Mt 17,24-20; Mc 9,14-27; Lc 9,37-43);
5. a un "demonio mudo" (Lc 11,14; Mt12,22).

Además, hay varios pasajes que hacen referencia de modo genérico a exorcismos de Jesús (Mc 1,32-34;Mc 3,10-12).

* Según los evangelios, Jesús obró tres resurrecciones:

1. Resucitó una niña de doce años, la hija de Jairo (Mc 5,21-24, Mt 9,18-26, Lc 8,40-56). Jesús afirmó que la niña no estaba muerta, sino solo dormida (Mt 9,24;Mc 5,39;Lc 8,52).
2. al hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-17).
3. a Lázaro (Jn 11,1-44).

* Jesús obró también, según los evangelios, dos prodigios de tipo natural, en los que se pone de manifiesto la obediencia de las fuerzas naturales (el mar y el viento) a su autoridad.

1. Jesús ordena a la tempestad que se calme y ésta obedece (Mt 8,23-27; Mc 4,35-41; Lc 8,22-25).
2. Jesús camina sobre las aguas (Mt 14,22-33; Mc 6,45-52; Jn 6,16-21).

* Tres signos extraordinarios, que tienen un sentido acusadamente simbólico:

1. Multiplicación de los panes y los peces. Es el único de todos los milagros de Jesús que es registrado por todos los evangelios (Mc 6,32-44; Mt14,13-21; Lc 9,10-17; Jn 6,1-13). Ocurre en dos ocasiones según los evangelios de Marcos (Mc 8,1-10) y Mateo (Mt 15,32-39);
2. la pesca milagrosa (Lc 5,1-11; Jn 21,1-19);
3. la conversión del agua en vino en las bodas de Caná (Jn 2,1-11).

Los suspicaces atribuyeron a su connivencia con Belcebú este poder de expulsar a los demonios. Jesús se defendió enérgicamente de estas acusaciones. Según los relatos evangélicos, Jesús no solo tenía el poder de expulsar demonios, sino que transmitió ese poder a sus seguidores. Incluso se menciona el caso de un hombre que, sin ser seguidor de Jesús, expulsaba con éxito demonios en su nombre.

Transfiguración

Los evangelios sinópticos relatan que Jesús subió a un monte a orar con algunos de los apóstoles, y mientras oraba se transformó el aspecto de su rostro, y su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Aparecieron junto a él Moisés y Elías. Los apóstoles dormían mientras tanto, pero al despertar vieron a Jesús junto a Moisés y Elías. Pedro sugirió que hicieran tres tiendas: para Jesús, Moisés y Elías. Entonces apareció una nube y se oyó una voz celestial, que dijo: "Éste es mi Hijo elegido, escuchadle". Los discípulos no contaron lo que habían visto.

Pasión

Según los cuatro evangelios, Jesús fue con sus seguidores a Jerusalén para celebrar allí la fiesta de Pascua. Entró a lomos de un asno, para que se cumplieran las palabras del profeta Zacarías (Zc 9:9: "He aquí que tu rey viene a ti, manso y montado sobre un asno, sobre un pollino hijo de una bestia de carga". Fue recibido por una multitud, que lo aclamó como "hijo de David" (según el Evangelio de Lucas, fue aclamado solo por sus discípulos).[30] En los evangelios de Lucas y de Juan, Jesús es aclamado como rey.

Según los evangelios sinópticos, a continuación fue al Templo de Jerusalén, y expulsó de allí a los cambistas y a los vendedores de animales para los sacrificios rituales[31] (el Evangelio de Juan, en cambio, sitúa este episodio al comienzo de la vida pública de Jesús, y lo relaciona con una profecía sobre la destrucción del Templo). Vaticinó la destrucción del Templo y otros acontecimientos futuros.

La parábola del sembrador

Lucas 8, 4-15

En aquel tiempo, se le juntaba a Jesús mucha gente, y viniendo a él de todas las ciudades, dijo en parábola:

Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al sembrar, una parte cayó al borde del camino, fue pisada, y las aves del cielo se la comieron; otra cayó sobre terreno pedregoso, y después de brotar, se secó, por no tener humedad; otra cayó en medio de abrojos, y creciendo con ella los abrojos, la ahogaron. Y otra cayó en tierra buena, y creciendo dio fruto centuplicado. Dicho esto, exclamó: El que tenga oídos para oír, que oiga.

Le preguntaban sus discípulos qué significaba esta parábola, y Él dijo: A vosotros se os ha dado el conocer los misterios del Reino de Dios; a los demás sólo en parábolas, para que viendo, no vean y, oyendo, no entiendan.

La parábola quiere decir esto: La simiente es la Palabra de Dios. Los del borde del camino, son los que han oído; después viene el diablo y se lleva de su corazón la Palabra, no sea que crean y se salven. Los del terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, la reciben con alegría; pero éstos no tienen raíz; creen por algún tiempo, pero a la hora de la prueba desisten. Lo que cayó entre los abrojos, son los que han oído, pero a lo largo de su caminar son ahogados por las preocupaciones, las riquezas y los placeres de la vida, y no llegan a madurez. Lo que en buena tierra, son los que, después de haber oído, conservan la Palabra con corazón bueno y recto, y dan fruto con perseverancia.

Reflexión:

Todos los hombres, de todos los países y épocas, hemos recibido la redención de Cristo. Él pagó por todos los pecados; los de ayer, los de hoy y los de mañana. A todos se nos han abierto las puertas del cielo. Sin embargo, la actitud de cada uno ante este regalo de infinito valor es muy diversa.

Para algunos, Cristo no representa nada en su vida. O porque no han recibido todavía su mensaje, o porque no les interesa. Dan verdadera lástima, porque viven sin saber a lo que están llamados. Pasan los años como si todo terminase aquí, sin más esperanza.

Otros han oído hablar del Señor, pero su fe es superficial. Viven metidos en el pecado sin preocuparse lo más mínimo. Son los cristianos que han adaptado sus costumbres a las del mundo. Piensan que así están bien y que al final todo se solucionará. Pero sus malas acciones le duelen profundamente al Corazón de Jesús.

Sin embargo, un número considerable de personas es consciente de que realmente Dios les ama y tiene un plan de salvación para cada uno. Son los que, a pesar de sus limitaciones y caídas, se levantan y siguen por el camino que Cristo les ha marcado. Son los que han acogido el Evangelio, y los que dan frutos, construyen y santifican la Iglesia. Son el modelo y testimonio de la vida cristiana. Por ellos ha valido la pena la entrega de Cristo en la cruz.

¿Quién fue Jesús?

Jesús de Nazaret, también conocido como Jesucristo o Cristo, es, para algunas religiones como el catolicismo, el hijo de Dios que vino al mundo a redimir a los hombres de sus pecados, por lo que fue crucificado y resucitó al tercer día. Para la religión islámica, Jesús, fue uno de los más importantes profetas. A partir de su nacimiento es que se estableció un quiebre en el conteo de los años de la historia en el calendario occidental, por lo tanto, vivió desde el año 0 hasta, aproximadamente, el año 33. El conocimiento actual que se tiene de la vida de Jesucristo está plasmado en los cuatro evangelios recogidos en la Biblia.

Según la tradición cristiano y los escritos bíblicos, Jesús nació en Belén, pero junto a sus padres María y José, debió huir a Egipto porque el rey Herodes lo buscaba para matarlo ya que vio en Él a un posible rival. Cuando Jesús regresó a Nazaret, al sur de la región de Galilea, fue bautizado por su primo Juan Bautista a orillas del río Jordán. Durante la ceremonia se vio descender al Espíritu Santo en forma de paloma y se escuchó la voz de Dios desde el cielo.

Más tarde, Cristo, guiado por el Espíritu Santo, partió al desierto donde fue tentado por el demonio. Estuvo cuarenta días y cuarenta noches ayunando. Después de este período, Jesús comenzó su vida pública como predicador de la Buena Nueva. Ésta era la promesa de la vida eterna gracias al envío que había hecho Dios de su hijo para redimir al mundo. Para llegar a los fieles, lo hizo tanto al aire libre como en las sinagogas, y fue muy común que utilizara parábolas para darse a entender mejor.

La originalidad de su discurso radicaba en poner el amor a Dios en el centro de la vida. Y este amor debía materializarse en todas las formas posibles, incluso amando al enemigo y al enfermo.

Durante su recorrido por los pueblos y aldeas, Jesús iba haciendo milagros entre los judíos. Sin embargo, mucha gente no creía en sus palabras, por lo que tuvo disputas con la jerarquía judía y, especialmente con los fariseos. Pero Cristo estaba acostumbrado a estas situaciones y nunca se dejó amedrentar por los incrédulos.

En una ocasión, estando Jesús orando junto a sus apóstoles en un monte, su rostro se transformó y su ropa se volvió blanca y resplandeciente. A su lado aparecieron Moisés y Elías. Se oyó desde el cielo una voz celestial que afirmó: “Este es mi Hijo elegido, escuchadle". La tradición cristiana conoce este momento como la Transfiguración.

Jesús, junto a sus discípulos, ingresó a Jerusalén a celebrar la fiesta de Pascua. Al entrar fue recibido como un verdadero rey. Durante la noche de Pascua, en Betania, se realizó la Última Cena. Allí fue cuando se instauraron los sacramentos de la orden sacerdotal y de la comunión. En esa misma cena fue que Jesús advirtió que sería traicionado por Judas Iscariote.

Judas, vendió a Jesucristo por treinta piezas de plata. Mientras Jesús oraba en el huerto de Getsemaní, aparecieron un grupo de hombres armados que lo buscaban. Por medio de un beso de Judas a Jesús, los hombres lo reconocieron. A pesar de que sus seguidores intentaron defenderlo, finalmente huyeron y Jesús fue capturado. Durante su juicio, el sumo sacerdote Caifás, le preguntó a Cristo si es que él era el hijo del Mesías. Ante su respuesta afirmativa, fue condenado por blasfemia.

Al día siguiente fue llevado ante el procurador romano, Poncio Pilato. Éste no lo encontró culpable, pero le pidió al pueblo que eligiera si es que se le condenaba o no. La multitud pidió la libertad para Barrabás, un conocido bandido, y que fuera condenado Jesús. Finalmente, luego de ser humillado y sometido a golpes, Jesús fue crucificado. Luego de morir, fue sepultado envuelto en una sábana. Al tercer día de su muerte, el cuerpo de Jesús ya no estaba porque había resucitado.

La figura de Jesucristo y su mensaje siguen estando muy presentes en el mundo actual, especialmente en Occidente. Aunque no sea aceptado como principio de fe, es indiscutible su influencia al punto de poder marcar un elemento histórico tan importante como el inicio del calendario. Además, en todo el mundo se celebra su nacimiento y se conmemora su muerte y resurrección. Sin duda, es uno de los hombres que más ha influido en la historia del mundo.

Cristo: Segunda Clase

** Misterios de nuestra fe **
El misterio no es una verdad de la que no podamos saber nada, sino una verdad sobre la que no podemos saberlo todo.
El misterio se nos presenta no solo como algo que no podemos ver porque la luz es demasiado intensa para nuestros ojos, sino también -y en ocasiones de forma preocupante - como algo aparentemente contradictorio con las cosas que vemos.

** El Padre y el Hijo **
Pero hay un nuevo elemento de pluralidad, que -no obstante- deja intangible la unidad. San Mateo (11, 27) y San Lucas (10, 22) nos transmiten una misma frase: «Nadie conoce al Hijo de Dios sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo»: vemos aquí dos personas situadas a un mismo nivel. «Yo y el Padre somos uno» (San Juan 10, 30): son dos personas y -sin embargo- son uno.
Así, cuando el Apóstol Felipe dice: «Muéstranos al Padre» (Jn 14, 8), Nuestro Señor responde: «Cualquiera que me ha visto a mí, ha visto al Padre».

** La Santísima Trinidad **
De modo similar, Nuestro Señor dice que escuchará nuestra oración (Jn 14, 15), y que su Padre también lo hará (Jn 14, 23), que Él enviará el Espíritu Santo (Jn 16, 7), y que su Padre también lo hará (Jn 14, 16). En la doctrina de la Santísima Trinidad, todas estas afirmaciones encuentran -milagrosamente- su lugar

De acuerdo con su enunciación más sencilla, la doctrina contiene cuatro verdades:
1. En una única naturaleza divina hay tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
2. Ninguna de las personas es otra, sino que cada una es, por completo, ella misma.
3. El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu Santo es Dios.
4. No son tres Dioses, sino un solo Dios.

«Tres personas en una naturaleza»
Pero, aunque sea mi naturaleza la que determina qué acciones puedo realizar, yo las hago personalmente; la naturaleza es la fuente de nuestras operaciones, y la persona es quien las lleva a cabo.

A la pregunta: «¿Quién eres?», cada uno de los tres daría su propia respuesta: «el Padre», «el Hijo» o «el Espíritu Santo». Pero a la pregunta «¿qué eres?», los Tres responderían «Dios», porque cada uno de los Tres posee totalmente la misma naturaleza divina, y es la naturaleza lo que determina qué es un ser.

No es nada fácil verse tal y como uno es: tenemos una noción vaga de nuestra naturaleza, y más vaga aún de nuestra persona. Si alguien nos dice: «háblame de ti mismo». Tanto en lo que se refiere a la naturaleza que poseo, como a la persona que soy, hay más oscuridad que luz..

Ejemplo de tres personas y la Santísima Trinidad: poseen una sola naturaleza divina; hacen lo que los tres hombres no podían hacer: conocen con el mismo entendimiento, aman con la misma voluntad. Son tres personas, y cada una es Dios. Pero son un Dios, no tres Dioses.

** El Padre y el Hijo **
El Hijo, en este caso Jesús, es la imagen que tiene El Padre de si mismo,
Así, cuando el Apóstol Felipe dice: «Muéstranos al Padre» (Jn 14, 8), Nuestro Señor responde: «Cualquiera que me ha visto a mí, ha visto al Padre».

** El Espíritu Santo **
Así como una de las grandes operaciones del espíritu -conocer- origina la segunda Persona, la otra operación -amar- origina la tercera. Con todo, hay que tener en cuenta que la segunda Persona es originada por la primera sola; pero la Tercera Persona, el Espíritu Santo, procede del Padre y del Hijo, al expresar mutuamente su amor.
Aquí, la palabra «espíritu» puede entenderse mejor como «aliento», que es su significado originario, de donde la palabra «espíritu» deriva, porque el espíritu es invisible, como el aire. En ese sentido se llama «Espíritu» a la tercera Persona: es el «aliento» o el «soplo» del Padre y el Hijo.

Cristo sopló sobre los Apóstoles cuando les dijo: «Recibid el Espíritu Santo»; cuando el Espíritu Santo descendió sobre ellos el día de Pentecostés.
La respiración del que ama se acelera. Y hay una estrecha relación entre la respiración y la vida: cuando dejamos de respirar, dejamos de vivir.

** Es necesaria la Fe ** (como en el amor)
Lo único que puedo hacer es afirmar el hecho de que sin oración puede entenderse muy poco. Nuestras mentes no pueden conocer la vida íntima de Dios de golpe; solo veremos aquello que Él nos dé luz para ver.

El Padre es el Creador, el Hijo el Redentor y el Espíritu Santo el Santificador, el Dador de Vida.

En la naturaleza divina, el Padre es el Origen; el Hijo y el Espíritu Santo vienen ambos de Él. Nos referimos a la Creación por la que se origina el mundo, por la que se origina cada alma, como un quehacer especialmente del Padre.
Asimismo, en la naturaleza divina, el Espíritu Santo es Amor, la manifestación del amor del Padre y el Hijo. La santificación, la gracia, son dones; y los dones son obra del amor: se atribuyen al Espíritu Santo. La gracia es el don creado del amor; el Espíritu Santo, el don increado del amor. A través de la gracia, el Padre y el Hijo manifiestan Su amor por nosotros, como manifiestan eternamente Su propio amor en el Espíritu Santo.

Como hemos señalado, se le llama Redentor; pero no por atribución, puesto que Él mismo nos redimió de hecho; no fueron el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo los que se hicieron hombre y murieron por nosotros, sino solo el Hijo (la Redención no fue una operación de la naturaleza divina, sino de la naturaleza humana, de la que Él se apropió). Con todo, el Hijo sigue teniendo su atribución

Cristo: Primera Clase

** JESUS **
Jesús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión, es él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados". En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres.
En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a Israel de "la casa de servidumbre" haciéndole salir de Egipto. Él lo salva además de su pecado. Puesto que el pecado es siempre una ofensa hecha a Dios

** CRISTO **
Cristo viene de la traducción griega del término hebreo "Mesías" que quiere decir "ungido".
El nombre de Cristo significa "Ungido", "Mesías". Jesús es el Cristo porque "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder". Era "el que ha de venir", el objeto de "la esperanza de Israel".
En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de él. Este era el caso de los reyes, de los sacerdotes y, excepcionalmente, de los profetas.
Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino

** LA ENCARNACION **
La Iglesia llama "Encarnación" al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación.
El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios NO significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. El se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre.
Se ha de reconocer a un solo y mismo Cristo Señor, Hijo único en dos naturalezas, sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación.
La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre. El es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor: Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón él es el único Mediador entre Dios y los hombres.